La Tasca de Ramón


LA TASCA  DE  DON RAMÓN.

En la Parroquia foránea de la Caracas de ayer, llamada El Valle; vivió una familia que poseía  para su momento  todos los atributos para considerarse estable, decente, cristiana. Contaba con un padre sin ningún tipo de vicios, culto, honesto y siempre motivó a sus hijos a estudiar. Quizás fue en extremo severo en la educación familiar, con la imposición de valores sociales; pero en apariencia  no tenía cordialidad para conversar amablemente sobre los problemas de juventud de sus hijos, evaluarlos en sus estudios y guiarlos sin necesidad de severas palabras que causaron miedo al trato con el  padre.

La Sra. Madre, Doña Carmen,  de esta gran familia, era la virtud hecha mujer, una maravillosa dama con todas las cualidades  que reconoce la sociedad. Soportó estoicamente las malacrianzas de su marido y calló, angustiada, las desavenencias de  su esposo  con los  hijos., a quienes amaba en demasía y les manifestaba un cariño clandestino cuando el padre injustamente reprendía a los niños.

Eran 5 varones y una hembra, de los hermanos,  contaremos la historia que hoy revelamos; se llama Roberto, de 9 años, niño que le gustaban los deportes, buen estudiante, a punto de terminar sus estudios de primaria, le gustaba vivir, soñar, era de contextura delgada, alto para su edad, rebelde, siempre pensó que podía conseguir “las cosas de la vida” solo con su esfuerzo, prevalecía en él una tenacidad  y creía que no era necesario tener un tutor que le imponga deberes.

Se presenta una ocasión puntual, en el comedor de su casa, reunidos en familia, desayunando, repica el teléfono, el único de la casa, al alcance de Roberto, quien contesta la llamada, equivocada; de acuerdo a la opinión del padre respondió  le dice que respondió de  manera  mal educada, como un animal, Roberto siempre fue rebelde y ripostó; “como una mula”, el papá lo regañó severamente y le dijo:” niño no conteste”. Roberto no había desayunado y se levantó de la mesa a conseguir unos cubiertos, cuando pasó cerca del padre, este le propinó un puñetazo  por la parte occipital de su cabeza, de una dureza que el niño salió expelido hacia adelante y pegó su frente al canto de la puerta de la cocina que  le evitó no caer al piso, nuestro amigo no lloró, se le sintió una ira interna, no habló, fue a la cocina y luego se retiró a su habitación, con  ojos humedecidos aparentado una tranquilidad externa. Por su mente pasaron  muchas fantasías de venganza sin lesionar físicamente al padre.

A la hora del almuerzo, la madre se acercó donde estaba su hijo y,  con una dulzura propia de una madre, lo invitó a la mesa y le preguntó si quería algo especial que ella se lo cocinaba. Roberto altivo, sin miedo almorzó como de costumbre, luego ayudó a su madre  recoger los platos usados, retirar el mantel, barrer el piso de cualquier resto de comida. Todo parecía normal, aparentaba Roberto haber aceptado su maltrato físico paternal.
El muchacho,  al día siguiente asiste a su escuela como era su costumbre, pero no regresa a su casa. Toma un autobús  y se dirige sin rumbo, él no sabía dónde quería ir, el vehículo pasa por la Urbanización San Bernardino, era  tarde sin comer ni beber absolutamente nada. Baja del colectivo y de pronto encuentra un modesto Restaurant que le llamó la atención denominado: La Tasca de Ramón”, entra, busca mesa, se sienta. El dueño del restaurant, Don Ramón Álvarez, español,  quien atiende directamente su negocio; veterano Don Ramón presiente que el chico tiene un problema, Roberto le pide una empanada y un refresco.  Una vez consumido el pedido, Roberto llama a Ramón y le dice: “Sr. cuánto le debo” y saca de su pantalón un porta moneda muy deteriorado y quiere pagar con un billete de 20 bolívares. Don Ramón observa con atención  y por su experiencia de la vida  presagia que su comensal si tiene un problema. Don Ramón le dice. “hijo, lo consumido va por cuenta de la casa”. Roberto, agradecido, pero deja salir lágrimas, amargas, de soledad, de infortunio, de ira,  Don Ramón le ofrece al chico, mira hijo, sé que no tienes donde dormir, comer, mientras se solventa tu situación familiar, en el piso superior hay una habitación que te  podrá  servir para pasar la noche.  Don Ramón, buen hombre, inmigrante español, que levantó su familia a puro trabajo, casado con Doña Rosa, mujer extraordinaria y sus dos hijas, Ernestina y Rosita; el bueno de Ramón le explica a su mujer la situación con el chico evadido de su casa, le dice  la juventud de Roberto, su fragilidad física y emocional. Rosa le asegura que mañana hablará con el chico y después  trataremos de buscar una solución al asunto.  Hay que avisar a la Policía, a la división de menores y hacer todo lo posible para contactar a la familia del niño. 

Rosa se entrevista con el tembloroso  muchacho, dime hijo, que te pasó, eres un chiquillo, tienes que estudiar y tener calor familiar. Con decisión asombrosa  Roberto le cuenta: Doña Rosa, educar no es maltratar ni intimidar con miedo a un hijo, educar es repetir, repetir, adoptar posiciones amorosas para enseñar, sin maltratar. Rosa le explica que tienen que notificar a  su familia, a la Policía para evitarse ellos un juicio y una situación incómoda. Roberto le dice,  comprendo su actitud, hágalo, pero yo no volveré ni obligado por la Ley, prefiero matarme…!

Roberto, después de todas las diligencias se quedó con Don Ramón y Rosa. Dormía en una pequeña habitación  mejor amueblada en el piso superior de la Tasca. Roberto ayudaba en cosas sencillas a su tutor  y recibía también una paga,  el muchacho con gran disciplina terminó el sexto grado, finaliza su Primaria.
Roberto habla con Don Ramón: le informo Sr.  Hoy terminé mis estudios de primaria, lleno de estupor Don Ramón; eso quiere decir que te vas, no amigo, mi meta es ser médico, quiero agradecerle su espontánea ayuda.

Roberto es  un adolescente y su colaboración con el trabajo en el Restaurant era más efectiva, limpiaba, acomodaba las mesas y pos supuesto el subieron el salario. Se inscribió en el Liceo Andrés Bello, aprobó el examen de admisión. A los cinco años de estudio, informa nuevamente a Don Ramón: “he terminado el bachillerato, soy Bachiller de la República, gracias a Usted, mil gracias.
Roberto ya cuenta 20 años,  y Ramón lo designó Jefe de Mesoneros donde se distinguió por su buena educación,  ya siendo estudiante universitario poseía excelente preparación para interactuar con el público. Don Ramón le ofreció su casa, situada en Maripérez para vivir con ellos, le dijo tengo una habitación designada para visitas,  tanto Rosa como yo queremos que estés con nosotros, eres un hijo, el varón que Dios no me  envió, me seguirás ayudando en el Restaurant y también cumplirás al pie de la lera con tus estudios médicos.

Roberto, con gran puntualidad llamaba a su madre para saludarla e informarle sus éxitos estudiantiles. Un sábado la invitó a almorzar a la Tasca,  la presentó a Don Ramón y la Sra. Carmen agradeció infinitamente la ayuda prestada a su hijo. Roberto sorprende a Don Ramón, Doña Rosa y a las hijas cuando una noche les dice: Ustedes son mi familia, mis amigos, mis protectores, mis tutores y deseo invitarlos a que me acompañan en un mes al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela a recibir mi Título de Médico Cirujano, con el mejor sentimiento de hijo agradecido  y sentimientos honrosos. Me acompañará mi madre, mi padre murió y no me notificaron su fallecimiento. Don Ramón no cabía de satisfacción, nunca había sentido esa emoción, de padre con hijo médico; se encargó personalmente  de divulgar esa hermosa noticia entre amigos, familiares, comensales y sus trabajadores;  proclamaba con gran alborozo, ese chico lo crié yo, es excelente, el día de su graduación lo celebraremos aquí, en mi Tasca la cual estará cerrada al público, merece ese muchacho un homenaje por ser tan diligente, estudioso y buena persona.

El 22 de agosto fue el acto solemne de Roberto para recibir su pergamino que lo autorizaba a ejercer la Medicina, él, alto, delgado lucía sensacional con su Toga y franjas amarillas y el birrete. Al salir del acto la madre rebozaba de satisfacción, llena de lágrimas de alegría, de emociones encontradas, Don Ramón y su familia  hizo saber que su hijo Roberto era Médico a esfuerzo propio,  se tomaron fotografías desde todos los ángulos y con todos los asistentes a su graduación.

Tomó la palabra Don Ramón, hombre, mi muchacho, nos vamos a celebrar a la tasca., tu Sra. Madre, tus amigos y los míos a celebrar en grande.
Roberto  llegó al Restaurant con su traje académico y encontró al personal de dicho establecimiento de pie, aplaudiéndole y le dio la mano a cada uno de ellos, incluyendo cocineros, ayudantes y la Sra. María  de la limpieza.

Nuevas sesiones fotográficas. Roberto con el personal, con Don Ramón, y  su familia,  nuevamente Don Ramón se sintió el padre del hijo que Dios no le dio.
Por circunstancias de las guardias hospitalarias Roberto entraba y salía de la casa y sorprende nuevamente a Don Ramón y familia, les dijo: quiero
 que mañana domingo me acompañen para que conozcan  mi primer consultorio, Claro que vamos…!
Don Ramón;  expresa Roberto, en un receso en la casa, la vida es traviesa y contradictoria, si mi padre no me hubiera dado ese coscorrón, yo hoy  no estuviera aquí. 

Cómo estaba previsto, con la emoción de un recién graduado, Roberto, con inmenso placer mostró a la familia adoptiva su consultorio en una clínica de la ciudad. A Don Ramón le llamaron la atención  dos fotografías ubicadas en el escritorio, exclamó  muy emocionado, esta foto es de la fiesta y estás con los muchachos de la Tasca, jolines, la otra, que bello hijo mío mi familia y tú, con tu madre…Que Dios te bendiga…!

Dr. Julián Viso Rodríguez
Médico / Cirujana.
Villagarcía de Arosa, sábado 9 de febrero 2019.
E/mail: julivisorodriguez@gmail.com

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Famosas Ninfómanas.

Reflexiones sobre ceremonial y Protocolo.

Carta de Pablo Morillo a Fernando VII.