PASEO LLANERO.
PASEO A LOS LLANOS
Amigo lector, en todas las historias que
Usted ha leído, se inicia… el relato histórico…o eran los años, o cuando por
las décadas…! Pues bien, este es un relato de un viaje que realicé a los llanos e invité a cuatro
amigos y colegas, desafortunadamente nos han precedido en el camino de la
providencia. Quiero rendirles mis
recuerdos a ellos con mi personal escrito sobre el paseo a los llanos, siendo
promotor turístico, coordinador y director. Buena suerte colegas
donde se encuentren…!
Existe un antecedente a este paseo
llanero, el mismo grupo al que hago referencia, asistimos al Congreso Mundial
de Cirugía Laparoscópica cuya sede fue la ciudad francesa de Burdeos., Francia.
En un auto cuyo conductor es el mismo quien suscribe, tuvimos la oportunidad de
observar maravillados la belleza de los viñedos de la campiña francesa y todos exclamaron: que
bello, que hermoso, nunca en Venezuela. No pude contenerme, dije con todo orgullo,
en Calabozo los sembradíos de arroz son
más vistosos que estos viñedos; no faltaron las bromas y prometí llevarlos a mi
pueblo para que observaran la belleza llanera.
Salimos de Caracas en una excelente camioneta
de las denominadas 4 x 4 y un automóvil,
el mío, equipados como para viajar a un safari africano.
La ruta, seguir la Autopista Regional
del Centro (A.R.C.), salimos en Turmero, vía San Juan de Los Morros. Les enseñé
el sitio de la Puerta, donde hay un arco donde dan cuenta que en 1814, tropas realistas, comandadas por Boves derrotaron a las republicanas dirigidas por el Coronel Vicente Campo Elías,
dos españoles se enfrentaron, la segunda batalla el 15 de junio de 1818, se
pierde la segunda república con esa batalla. A lado y lado des arteria vial, se
encontraban llenos baldes de mangos.
Llegamos a Villa de Cura, les conté que
en un momento, años atrás, se denominaba la puerta del llano; porque hasta esa población
llegaba el llamado pavimento de macadam, de allí en adelante carretera de
ripio. Villa de cura fue un centro comercial importante porque los arreos de
ganado y el queso cargado en carretas y enjalmas los traían hasta allí, y se hacían las transacciones comerciales, al
regreso la caravana se abastecía de sal y otros víveres, sin faltar las cajas
de brandy para el dueño de hato y de aguardiente para la peonada y los menos
pudientes.
Seguimos vía directa al llano, llegamos
a una aldea, El Layero, contigua a Parapara, llamado por mucha gente Parapara
de Ortiz, un insulto a los pobladores de Parapara. Pues Parapara es mucho más antigua que Ortiz y
por supuesto fue parroquia primero que Ortiz, los orticeños o vecinos del sitio
de Santa Rosa como así se la llamaban, debían acudir a la Iglesia de Santa
Catalina de Siena de Parapara a recibir
los sacramentos y escuchar los sermones de la misa dominical. A los pocos
kilómetros nos encontramos a la ciudad
de Ortiz, pero antes de llegar al poblado, cruzamos un puente que cuando el río
se desborda causa problemas a los lugareños. En un invierno reciente, fuerte corriente se llevó al automóvil con pasajeros adentro,
era un jerarca del gobierno, murió
ahogado y se rumoró que había una maleta que guardaba 400 millones de bolívares
en efectivo para la campaña electoral; la maleta nunca se encontró nunca.
A la salida del puente, a la izquierda
del puente, divisamos
un restaurant con pinta de la Colonia Tovar, administrado
por un alemán, limpio, confortable y un menú exquisito, menú de germano.
Respuestas las baterías energéticas, nos
enfilamos por una avenida recta, bautizada con el nombre de “Roberto Vargas”, el llamado “tuerto”,
caudillo valiente que combatió a plomo
al dictador Juan Vicente Gómez. Roberto de Jesús Vargas Díaz, era primo por múltiples vínculos de mi abuela
paterna, Abelarda Rodríguez Vargas. Esos primos de Ortiz con la tez teñida
de pecas, catires pelo colorao lo que el pueblo designa
“cara de yema de pavo”; los huevos de esas aves son grandes, blancos y con esa
pinta, se hacían llamar los Rodríguez de
Mesa e´Paya, poblado llanero cercano a Ortiz de fértiles tierras ubicado en la
vía del Sombrero a la vera del río Guárico.
Nos recomendaron visitar la Iglesia de la ciudad, un excelente y grandioso monumento religioso construida por
la Infantería Militar de nuestro otrora glorioso
ejército con grandes vitrales y armonía
en su disposición interna. Ortiz tiene una historia triste, en la década de los
30 fue una región endémica de paludismo, la población emigró en gran parte
evitando la enfermedad, a consecuencia de esta patología, el periodista,
escritor Miguel Otero Silvia escribió su primera novela: “Casas muertas” donde expone con exactitud esta situación de
salubridad pública; mi madre comentaba que los pobladores: para hacerse de
dinero vendían hasta las tejas de las
casas.
Seguimos nuestra ruta una vez que visitamos la
Iglesia, a los 14 kilómetros llegamos al
punto del camino que llaman “los dos
caminos”, a la izquierda hay una recta de unos 34 kilómetros que lleva a la
población de El Sombrero, siguiendo recto vamos a Calabozo, llano adentro donde
no se encuentra un cerro mayor de 15 centímetros, aparecen a la vista la palma
llanera, tronco delgado y alto rematando en un penacho de hojas amplisimas y
con filetes. Los amigos quedaron gratamente sorprendidos cuando estacionando
los automóviles al lado de la carretera, tomamos el arbusto de mastranto, con
un olor a sabana y les enseñé la mata de chaparro, arbusto con ramas duros,
hojas como papel de lija que resiste el verano llanero; lo utilizan en los
ranchos para la limpieza, “fregar” utensilios de cocina. Y “pelar higos”.
Llegamos a Calabozo y nos alojamos en el
Hotel Tiuna, sin estrellas pero limpio y con buen menú. En la mañana desayunamos en un restaurant eminentemente popular, “El Criollito”, atendido de manera
espléndida por su dueña la Sra. María Guédez quien gentilmente iba saludando de mesa en mesa a sus comensales parroquianos y forasteros, el
dinero que le pagaban por la atención lo
guardaba celosamente entre el sostén y su teta, magnífica caja registradora.
El grupo quería conocer las Iglesias
coloniales calaboceñas, empecé por la catedral, donde justo al frente reside el Obispo, de estilo barroco, nace el 1° de febrero de
1714, el sitio de la construcción de la futura
Iglesia se marca con una cruz sencilla En 1790, el Obispo Juan José Calatayud, construye la cúpula con el reloj; es obra de
Luis Noguera.
La Iglesia Nuestra Señora de las
Mercedes, segundo templo que se erigió en Calabozo, la fachada es barroco
neoclásico, edificio del siglo XVIII. La Iglesia del Carmen, edificada a
finales del siglo XVIII, inicia su construcción Don Demetrio Montiel, quien es designado Mayordomo de Nuestra Señora del Carmen. Corresponde a Don José Ramón quien la construyó a
sus expensas entre 1835 –1846.
Los llevé a conocer la casa, bellísima,
donde nació el médico – poeta Francisco
Lazo Martí, el 14 de marzo de 1869, quien murió en Maiquetía, apopléjico por una A.C.V.
Encabezó junto con Rómulo Gallegos el naturismo criollo en las obras
literarias. Lazo Martí se graduó de médico en la Universidad Central de
Venezuela, ejerció profesionalmente en Puerto Nutrias, Zaraza, El Sombrero,
Calabozo, su obra cumbre: “Silva
criolla” dedicada a su fraterno amigo el Dr. Segundo Madera, hombre de tez
negra y alma limpia y blanca.
Calabozo ha sido
cuna de grandes médicos, los condiscípulos
de Lazo Martí, fueron el Tío de mi madre,
Dr. Paulo Emilio Landaeta Llovera ; en la era moderna, también un crecido de brillantes
médicos; en donde nació Lazo Martí, casa llamada popularmente la tostera, vino al mundo mi prima Dra. Renée Hartmann
Viso, psiquiatra, también su hermano Luis Hartmann Viso, cirujano general de ágiles manos en su arte. Dr. Rafael Ángel Viso Pittaluga, Gineco –Obstetra,
ahijado de bautizo del Dr. Madera, reconocido de la Clinica Razetti de Caracas;
su hermano Dr. Ramón Viso Pittaluga, médico clínico; la lista es bastante
numerosa. El Dr. Miguel Antonio Montiel Muñoz, hermano de mi tatarabuelo José
Antonio Montiel, ambos hijos de Don Demetrio. Dr. Pedro María García. Dr. José
María Carreño Pérez, sobrino de mi abuela y hermano de crianza de mi madre. Dr. Francisco Monroy
González, padre de un tío paterno llamado Panchito y en especial al Dr. Juan
Vicente González Delgado, médico calaboceño, el único guariqueño que ha
alcanzado la primera magistratura del país.
Con amigos baquianos de la zona nos
dirigimos al sur, por la carretera nacional, hacia San Fernando de Apure,
pasando por Corozo Pando, llamado en la Colonia corozo corcobado aldea bonita y
llegamos, al fin, al estero
de Camaguan”, sabanas muy bajas, se
secan fuertemente en verano y en invierno por las tormentosas lluvias se anega
por el desbordamiento del río Portuguesa. Nos detuvimos al borde de la carretera a contemplar esta donación de la naturaleza sin costo
alguno, apreciamos todos los colores de garzas por multitudes, y con asombro
uno de mis colegas observa a una tranquila baba, (caimán pequeño) al borde del
charco, esta maravillosa vista justificó el viaje.
Seguimos y a los pocos kilómetros
divisamos una troja con techo de palma, la ocupaba un campesino, su mujer y una
niñita cuya cara demostraba tristeza y poco aseo. El amigo vendía cachapas, de
un saco salieron múltiples jojotos, le quitaba su envoltura, con un filoso
cuchillo los desgranaba, le pasaba estos a la mujer quien los trituraba con una
pequeña máquina de moler, recogía un líquido muy blanco y espeso, lo colaba
para sacarle la cutícula y el líquido lo cocinaba magistralmente en un budare
sobre tres topias y el fuego de leña seca, más queso de mano; uno de los colegas exclamó: ni en el Olimpo comen mejor que nosotros”.
Seguimos hasta el pueblo de Camaguan, lo
pasamos de largo y nos detuvimos en una aldea, “la negra”, donde fabrican
el mejor casabe de Venezuela, la naiboa, casabe con papelón, queso de búfala
de distintas variedades.
Regresamos a Calabozo y cenamos en un
restaurant muy bueno, “el anduriño”, bien agradable su ambiente y formal la
atención, quizá su dueño haya sido un gallego de Villa García.
En la mañana del domingo, después de ser
atendidos cordial y de manera espléndida, con las camionetas cargadas con queso
llanero, topochos, casabes, mangos y dulces criollos hechos por Doña Matilde de
Oliveros, calaboceña honesta, mi madre Luisa Amelia tuvo el honor de ser
madrina de su boda con el artesano calaboceño Félix Oliveros,
Felices, cargados aparte de las exquisiteces
llanera, de incontables anécdotas y emociones regresamos a Caracas a continuar
ocupándonos de la salud de nuestros pacientes citadinos.
Julián Viso Rodríguez
Médico / Cirujano.
Asesor especial.
Luis Viso González.
Ingeniero.
Villagarcía de Arosa, 24 de diciembre
2018.
Comentarios
Publicar un comentario